Posiblemente hablamos del único material de construcción adaptable casi al 100% de los sistemas constructivos y existente en el 80% de los proyectos construidos actuales.
La madera y sus derivados se pueden hallar en infinitas soluciones en las edificaciones, desde la escala de un pomo, hasta las más complejas estructuras y artesonados.
Todo ello se debe a varios factores, como han sido la accesibilidad que ha ofrecido este material, su facilidad de trabajo y/o la economía en su provisión o regeneración. Pero, sobre todo, a los buenos resultados que se han ido obteniendo a lo largo de la historia, mostrándonos edificios de más de doscientos años de antigüedad en perfecto estado de conservación.
El trabajo de la madera comenzó siendo un trabajo artesano muy manual. Su densidad, que varía entre los 870-200 Kg/m2 (dependiendo de la especie), ha favorecido su desarrollo a lo largo de la historia arquitectónica. Esta densidad proporciona una gran facilidad de trabajo y manejo en su transformación, permitiendo una ligereza también en los elementos constructivos una vez colocados y puestos en carga. Admite a su vez una rápida ejecución y colocación de mecanismos y elementos prefabricados y permanece estable desde el minuto “cero”, pudiendo proseguir la construcción sin tener que esperar tiempos de fraguado o resistencias inferiores, disminuyendo en menos de la mitad el tiempo de ejecución y los residuos producidos en la construcción.
Su facilidad de tallaje también permite cambios en obra, adaptar los huecos o piezas requeridas y la mecanización de la construcción, pues los elementos de transformación de la materia prima tienen unas dimensiones cómodas en ejecución. Y en la escala menor, permite realizar piezas personalizadas, talladas, detalles únicos y convertir los elementos estructurales en acabados decorativos museísticos.
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Isabel Llorente
Directora de MADEREA