Asturias tiene madera para dar y tomar. Es la mayor despensa de España en superficie forestal (72,7 hectáreas de árboles frente a los 54,8 de la media nacional por comunidad autónoma) y también el paraíso del castaño en Europa. Sin embargo, la construcción apenas explota este potencial. Y lo que explota es importado, debido al abandono de los montes. Arquitectos, aparejadores, funcionarios y empresarios se reunieron en Oviedo para analizar cómo reactivar el uso de la madera en las edificaciones regionales. La solución pasa, a juicio de todos ellos, por aprovechar las acciones planteadas para combatir el cambio climático y asentar población en la zona rural.
Los productores critican a la Administración regional por «ponerse en contra del sector» y reclaman un cambio legislativo que permita levantar casas de madera en la comunidad, una de las razones por las que los aserradores están de capa caída. «A día de hoy, no se permite para exteriores. Te obligan a cubrir una parte de cemento y pintarla. Y eso es un absurdo total, más en una comunidad en la que hay tradición de hórreos», denuncia Luis Enrique García, empresario y expresidente de la Asociación Asturiana de Empresarios Forestales, de la Madera y el Mueble (Asmadera), la patronal que organizó esta jornada bajo el título «Construcción y madera».
En ese encuentro, los participantes hicieron un análisis DAFO del sector mediante juegos Lego, de forma que, a la vez que identificaban las debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades, plasmaban sus ideas en forma de construcciones. José Rodríguez, responsable de la empresa Tinastur, asegura que a raíz del «boom» de la construcción el uso de la madera cayó en picado. Esa tendencia se acentuó todavía más con la crisis económica. Rodríguez cree que ha llegado la hora de reactivar el sector forestal, explotando sus oportunidades: es el material más ecológico, fija habitantes en el campo y es eficiente desde el punto de vista energético.
Los productores afirman que el uso de madera ahorra una media de 0,9 toneladas de dióxido de carbono por metro cúbico. Por si esto fuera poco, José Rodríguez indica que con el empleo de esta materia prima se puede llegar a ahorrar un 50 por ciento de energía en las casas. Con todo ello, las perspectivas de futuro son «buenas», como señala Rebeca Farpón, ingeniera agrónoma y gerente de Asmadera. Aunque para ello, primero hay que derribar los obstáculos.
En palabras de Luis Enrique García, las principales amenazas son cuatro: no hay cultura de madera en Asturias, los políticos y los ecologistas se oponen a un mayor aprovechamiento forestal, los bajos precios y el sistema de contratación que lleva a cabo el Gobierno regional discrimina a la madera «porque sólo tiene en cuenta la oferta más barata». Con respecto a las debilidades, los empresarios aprecian una falta de comunicación entre la Consejería de Desarrollo Rural y los productores, una nula formación para el tratamiento de recursos forestales, la ruptura con los valores tradicionales y una mala promoción, que asocia la madera con un producto barato y de mala calidad.
«El aprovechamiento de la madera debería ser concebido como el motor del medio rural asturiano, pero debido a la marginalidad que lleva tiempo sufriendo es un sector desconocido para la sociedad, mal visto, nada valorado y hasta criticado», se queja Rebeca Farpón. Sin embargo, la realidad es bien diferente. Isabel Fernández, técnica del Centro Tecnológico y Forestal de la Madera (Cetemas), sostiene que la madera tiene enormes beneficios para la construcción: aporta confortabilidad, tiene un mayor aprovechamiento en caso de demolición, la obra es rápida y crea tendencia entre el resto de materiales, ya que «todos lo imitan». Ello demuestra que el sector de la madera en Asturias tiene madera para el éxito. En este sentido, los empresarios piden que se establezca un marco regulador de la actividad forestal común a los concejos, mejorar la fiscalidad, disponer de apoyo presupuestario, habilitar zonas de acopio de madera y potenciar la concentración parcelaria. Los deberes están por hacer.
Fuente: La Nueva España
Oviedo, Mónica G. SALAS