Valera de Abajo, el pueblo de los carpinteros

Con poco más de 1.500 empadronados, en el municipio hay más de 90 negocios relacionados con el sector de la madera.

Dice la historia que Valera de Abajo (Cuenca) es un municipio de carpinteros desde que Santa Teresa de Jesús iba a inaugurar un convento en la localidad y tuvieron que llevar de fuera trabajadores de dicho oficio para hacer sus puertas y ventanas. A raíz de ello, los vecinos de Valera decidieron dedicarse a la carpintería y, desde entonces hasta nuestros días, han trabajado en ello.

Valera de Abajo, con poco más de 1.500 empadronados, tiene más de 90 negocios relacionados con el mundo de la carpintería. “Es un pueblo que no tiene mucho terreno para que sus vecinos se dedicasen a la agricultura, por lo que se apostó por las carpinterías y, de momento, va muy bien”, asegura el propietario de Carpintería Car-Moya.

En su caso, el oficio lo fue aprendiendo de sus tíos, padre y abuelos. “Estaba trabajando en la carpintería con mis tíos, tras jubilarse me quedé con el negocio, y ahora estamos mi hijo y yo”, explica, pese a reconocer que “no queremos que los hijos se metan en esto, ya que se necesita mucha inversión y trabajo”.

 

 

Los más mayores del municipio reconocen que el trabajo ha cambiado mucho en los últimos años. “Antes para conseguir la madera se iba al monte, se subastaba, cortaba y se bajaba. Hoy en día eso está ya anticuado. Casi toda la madera se trae de Suecia, ya tratada”, explica.

La mayor parte de la madera con la que se trabaja en Valera de Abajo se compra en los países nórdicos

Y es que casi toda la madera con la que se trabaja en Valera de Abajo se compra en los países nórdicos, ya que el pino laricio, muy presente en Cuenca, es muy bueno para la construcción, pero no así para la fabricación de puertas y ventanas, ya que suelta mucha resina. “El pino albar es más dócil, no echa tanta resina. Aún algunas empresas de aquí se encargan de ir al monte, serrarlo y luego lo dejan a la intemperie durante uno o dos años antes de utilizarlo”, comenta Rafael Moya, de Madergama.

Él y su cuñado, Pedro Andrés Pérez, tienen un negocio en el que no hacen ni puertas ni ventanas, sino que sirve de almacén para el resto de negocios madereros del municipio. “Casi todos son carpinteros tradicionales, pero a raíz de eso se empezaron a crear negocios relacionados y complementarios”, apuntan. “Nosotros tenemos molduras y las cosas que son más complicadas de hacer en una carpintería. Cada uno en el pueblo tiene su negocio. Hay talleres que pintan las puertas y ventanas, otros las montan, nosotros somos almacén, en otros hacen la hoja de la puerta… Cada uno tiene su actividad, pero al final todo está relacionado con la labor de los carpinteros”.

VENTA EN TODA ESPAÑA

Que prácticamente todo el pueblo se dedique al sector de la carpintería ayuda a la hora de promocionar los negocios, y es que Valera de Abajo es conocido como el pueblo de los carpinteros. “Al dedicarnos a lo mismo es más fácil darse a conocer y así una gran publicidad”, indican desde Madergama.

Los clientes son de todas partes de España y cada una de las carpinterías tiene su negocio en una zona, por lo que no hay competitividad, ni malos entendidos entre ellos, ya que además, casi todos son familia. “Vendemos en toda España. Tenemos clientes en la zona de Valencia, Andalucía, en el tema del norte se toca mucho con la madera maciza…. Cada uno ya tiene su zona”, explica Rafael Moya.

Los clientes son de todas partes de España y cada una de las carpinterías tiene su negocio en una zona

“La gente que quiere puertas macizas viene directamente a Valera, nos conocen a nivel nacional”, apunta el propietario de carpintería Carmoya. “Nuestros abuelos salían con carros por toda España para vender sus productos, podían estar un mes de viaje”, recuerda. Una labor que a los que han ido heredando los negocios les ha valido para tener una gran promoción y sus propios mercados en toda España.

 

 

Como en el resto de negocios y sectores del país, la crisis económica tocó a Valera de Abajo. “Hemos pasado unos años muy malos con la crisis, estando días y semanas enteras parados”, reconoce Héctor Moya Calvo, hijo del propietario de Car-Moya. El problema fue algo menor, ya que explica que a la mayor parte de carpinterías del municipio les pilló con los almacenes llenos de madera. Además, indica que “poco a poco, el sector se va recuperando, pese a que no hay tanto trabajo como antes, sí va mejorando”.

Unas palabras similares a las que dicen los cuñados de Madergama. “La crisis se notó, pero son negocios familiares y no hubo que lamentar ningún cierre”. Unas empresas que, como bien dicen, se lograron mantener gracias a tratarse de negocios familiares, y que ofrecen trabajo a la gran mayoría de vecinos del municipio, incluso llegan hasta a la localidad personas de otros lugares y nacionalidades en busca de empleo en el sector de la carpintería.

INTENTOS FALLIDOS PARA HACER UNA COOPERATIVA

Que haya tantos negocios relacionados con el sector de la carpintería, unos 90, hace que en el municipio se hayan planteado más de una vez agruparse en una cooperativa, algo que nunca termina de cuajar. “Se ha intentado dos o tres veces, pero nunca ha funcionado”, afirma Héctor Moya. “El producto que hacemos es difícil de englobar, ya que no todo el mundo trabaja lo mismo, y no todos trabajamos con los mismo materiales y calidad”, añade su padre.

 

 

San José por su profesión de carpintero, como no podía ser de otro modo, es el patrón de Valera de Abajo. Ese día de fiesta se juntaban todas las carpinterías y ponían un precio común para sus puertas, algo que ya no se mantiene en la actualidad. “Se intentó unificar precios y que todos los negocios pudieran integrarse en una cooperativa, pero no salió adelante”, dicen desde Madergama.

Pese a que esa unión no ha sido posible, el buen ambiente que se respira en la localidad conquense es palpable. Solo hace falta dar un paseo por las calles del pueblo y ver la buena relación entre los vecinos que trabajan en el mismo sector. “Hay buen ambiente entre la gente del sector. Somos competencias, pero somos amigos y, además, muchos somos familiares, por lo que el pueblo está muy unido”, concluye Héctor Moya.