El árbol es el elemento fundamental en las ciudades para asegurar la calidad ambiental y, por tanto, el bienestar de los ciudadanos. Un mundo mejor es sin duda un mundo arbolado y bien arbolado. De ahí la enorme importancia de los daños provocados por la borrasca Filomena.
A la hora de plantear soluciones a lo sucedido, es importante hacer una evaluación profesional minuciosa del estado de situación del arbolado afectado, valorar la viabilidad de cada ejemplar de cara a su posible conservación, y en los casos en los que no sea posible dicha conservación, trabajar en una estrategia de nueva plantación teniendo en cuenta los nuevos escenarios a los que nos venimos enfrentando, como el cambio climático. El número de árboles a plantar deberá ser al menos la suma de árboles perdidos (por muerte o eliminación), sin tener en cuenta la apertura de nuevos puntos de plantación y la clausura de otros.
Pero antes de nada, hay que eliminar cualquier tipo de riesgo provocado por la gran nevada antes de pensar en recuperar el patrimonio arbóreo perdido. Se tiene que proceder a la retirada de árboles caídos y realizar las podas de emergencia que los técnicos crean necesarias. Son centenares de miles los árboles con daños leves, graves y muy graves a los que debe realizarse una valoración técnica por un técnico competente como son los Ingenieros Técnicos Forestales y Graduados en Ingeniería Forestal, del mismo modo que los Arquitectos e Ingenieros de diversas ramas supervisan los edificios e infraestructuras después de un terremoto.
Una vez realizado el análisis pormenorizado de la situación, ciertos árboles, sobre todo los de mayor porte, pese a haber perdido parte de su copa, con toda seguridad podrán mantenerse. En cambio, lamentablemente, habrá un porcentaje de ellos que deban ser sustituidos, debido a sus pocas posibilidades de persistencia y puesto que su estabilidad podría verse comprometida por el alto riesgo que representan para la seguridad de los ciudadanos y sus bienes. Es lo que denominamos gestión del riesgo.
Todo árbol urbano, y más si es de grandes dimensiones, tras un evento meteorológico como el sufrido supone un riesgo. La pregunta clave es: ¿Qué riesgos estamos dispuestos a asumir? La respuesta, una vez más, nos la tienen que ofrecer expertos altamente cualificados con atribuciones profesionales como son los Ingenieros Forestales. La seguridad del patrimonio arbóreo en las vías públicas, espacios ajardinados, incluso propiedades privadas con arbolado particular compete normativamente a los organismos públicos y debe ser ahora mismo la prioridad de los técnicos y responsables políticos.
Dependiendo de la fase de vida en la que se encuentre el árbol tendrá unas necesidades concretas y reaccionará de diferente forma frente a unas mismas condiciones externas como las sufridas y, por tanto, habrá que determinar las distintas labores o tratamientos a realizar según cada momento de su vida. Pese a ello, no debemos caer en el error de pensar que la poda sistemática es la solución a los problemas generados. Eliminar ramas se traduce en eliminar superficie arbórea, volumen de copa, y en definitiva, potencial ecosistémico de cara a nuestra salud y a la del resto de seres vivos que cohabitan en un mismo territorio.
Es el momento de buscar oportunidades y de resaltar los beneficios ecosistémicos que nos ofrece el arbolado, sobre todo en entornos urbanos; desde la reducción considerable de la temperatura, el secuestro de CO2, la mejora de la calidad del aire actuando como filtros para contaminantes y pequeñas partículas (óxido de nitrógeno, amoniaco, dióxido de azufre y ozono), la captación de polvo, la protección frente a rayos UV, así como el importante papel que tienen estos seres vivos como reservorio de biodiversidad. Sin duda, mejoran la calidad de vida de los habitantes de la ciudad, pues existe una correlación entre entornos con abundantes plantas y una reducción en los niveles de estrés y presión arterial. En definitiva los árboles son parte de nuestras vidas que debemos atender como se merecen y para ello tenemos a los mejores profesionales, entre ellos los Ingenieros Técnicos Forestales.
Para que el bosque urbano pueda brindarnos todos estos beneficios, se necesita planificación, mantenimiento, una buena elección de especie y una óptima comunicación con la ciudadanía y para ello han de destinarse más recursos: más personal, más medios y más formación.
LA REALIDAD: UN ARBOLADO URBANO MAL ELEGIDO Y PEOR CONSERVADO
Caber destacar que buena parte de los problemas que se observan en el arbolado urbano tienen su origen en una mala elección de especie. Una selección incorrecta para un determinado emplazamiento urbano será la causa de que se produzca un mantenimiento inadecuado que lleve a lesiones y daños en el arbolado que vive en las ciudades.
De ahí la gran importancia que tiene seleccionar bien la especie arbórea a plantar que debe garantizar su adecuación al medio urbano, y al espacio vital que tiene asignado que evite drásticas intervenciones futuras y molestias a los vecinos. Acertar con la especie más adecuada a cada situación es la mejor medida preventiva para obtener que el patrimonio arbóreo de las ciudades se mantenga en un óptimo estado fitosanitario, estructural y ornamental.
Y para ello es imprescindible meter en la ecuación el escenario de cambio climático en el que nos encontramos a la hora de elegir esas especies. El calentamiento global tiene como consecuencia fenómenos meteorológicos cada vez más intensos y frecuentes, no sólo sequías y olas de calor (2020 ha sido el año más cálido que se conoce) sino también borrascas extremas como la sufrida.
Filomena debe suponer una oportunidad para que los Ayuntamientos en las zonas más afectadas por las nevadas aprovechen la ocasión para acometer una renovación ordenada del arbolado mirando al futuro, ya que los efectos del cambio climático en las ciudades pueden poner en muchas dificultades a numerosas especies de aquí a 50 años.
Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales