La llegada del calor hace activar el periodo de riesgo alto de incendios, una temporada que se alarga cada año, con incendios cada vez más grandes y con más intensidad que nunca. Este año se está caracterizando por no ser un buen año de precipitaciones y las altas temperaturas alcanzadas en el mes de mayo han dado paso a un déficit hídrico. Como resultado, los montes españoles se encuentran en situación de alto riesgo de incendios en el sur y este del país y, a medida que avance el verano, el riesgo también llegará a la zona noroeste.
Los incendios forestales han causado enormes estragos en todo el mundo, calcinando zonas que no solían incendiarse. Desde la Siberia Rusa, uno de los lugares más fríos del globo, hasta la costa oeste de EE.UU, pasando por la mayor parte de Europa. En España, el pasado 2021, el fuego arrasó con más de 85.000 hectáreas de terreno.
Carlos del Álamo, ingeniero de montes y colaborador del Comité de Ingeniería y Desarrollo Sostenible del Instituto de Ingeniería de España (IIE), apunta que “la verdadera clave para prevenir y vigilar los incendios está en el control del combustible y el aprovechamiento de la biomasa forestal como energía renovable. Hacer rentable el monte es la mejor manera de garantizar su gestión sostenible. Además, en estos momentos de incertidumbre energética, apoyar esta energía debería ser una obligación, y más teniendo en cuenta que aprovechar la biomasa forestal podría llegar a reducir en un 60% la superficie quemada.”
La biomasa forestal es la que lucha por el futuro de los montes verdes. Esta energía, tanto en su versión térmica como eléctrica, supone una gran oportunidad para combatir los incendios forestales. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) fija en 1.408 MW la potencia eléctrica instalada en el año 2030.
El bosque español crece a un ritmo de 46 millones de m3 al año, de lo que solo se aprovechan 19 millones. El resto es capaz de abastecer 2.500 MW eléctricos generando cerca de 30.000 puestos de trabajo en el monte, aumentando la producción de energía verde, sin emisiones de carbono, lo que hace de esta renovable se convierta en la inversión perfecta. Los matorrales proporcionan aproximadamente 60 millones de toneladas anuales para leña, de las cuales solo se aprovecha el 50%. En Europa, esta cifra se eleva al 66%.
La prevención de incendios, por aprovechamiento de la biomasa del monte, puede alcanzar entre dos y cuatro millones de hectáreas y crear, por cada millón de metros cúbicos de biomasa que se incorpore al mercado, 1.000 empleos directos en el medio rural.
Para la España vaciada, el aprovechamiento de la biomasa es una posibilidad real de generar economías locales y luchar contra el cambio climático, por el balance neutro de emisiones de carbono. Tal y como apunta el Colegio de Ingenieros de Montes, fomentar el uso de la biomasa, reduciendo el IVA del 21 al 10%, facilitaría la rentabilidad y un ahorro del 8% en el coste final, disminuyendo un 7% de emisiones de gases de efecto invernadero y economizando, según la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA), unos 3.600 millones de euros si se cumplen los objetivos del PNIEC.
Por tanto, la biomasa forestal presta ayuda para una gestión sostenible, la prevención de incendios e impulsa la energía renovable de kilómetro 0, beneficiando con ello a la economía local. Gracias a esta renovable, todos los actores salen ganando: la naturaleza y la sociedad.