Numerosas apariciones recientes en los medios de comunicación acerca de los poderes de esta especie para actuar como barrera contra los incendios forestales, provocan, que una vez más, que el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales y Graduados en Ingeniería Forestal y del Medio Natural, advierta del enorme peligro que genera fomentar este tipo de creencias. Todo aquello que concierne sobre cuestiones de seguridad pública y emergencias debe ser tratado con mucha cautela. Especialmente cuando dichas afirmaciones pueden poner en peligro la seguridad y la vida de las personas.
Seguir insistiendo en afirmar que los cipreses son ignífugos es una verdadera temeridad, porque nada más lejos de la realidad. Y ejemplos, hay cientos. Hemos de destacar los graves problemas que generan los setos de cipreses en la zona de interfaz urbano-forestal año tras año. Cuando arden, transmiten con suma facilidad el fuego al interior de las viviendas siendo especialmente dificultosa su extinción y poniendo en riesgo a todo el personal implicado en los operativos. Su uso extendido en zonas de riesgo de incendios forestales donde existen viviendas y/o urbanizaciones, incrementa de forma exponencial el riesgo poblacional por la cantidad de emergencias que generan derivadas del incendio principal, al conducir el incendio al interior de viviendas, fábricas, vehículos, instalaciones eléctricas o telefónicas, etc. Los propietarios piensan que dentro de la urbanización o de su vivienda están a salvo de los incendios y están muy equivocados.
El sistema ciprés, entendido como una plantación que sirva de barrera cortafuegos, poco o nada puede hacer para frenar los grandes incendios de alta intensidad que se propagan por pavesas, generando nuevos focos a cientos de metros del frente principal y que además podrían suponer verdaderas trampas para los medios de extinción que no podrían flanquearlas fácilmente en el caso de cambios de dirección o saltos de fuego.
En todo caso, sería más interesante utilizar en estas zonas cultivos de variedades agrícolas o forestales orientadas a la producción que genere rentas locales y que asegure su estado de conservación, evitando a su vez la expansión de especies alóctonas o invasoras. Ejemplos son plantaciones de encina para trufa, nogales para fruto y madera, aromáticas, choperas, o cultivos agrícolas como olivos, almendros, viñedos, etc.
Insistimos, los cipreses no son ignífugos, todo lo contrario, están muy adaptados al fuego. De hecho están contraindicados en numerosos países del mundo para utilizarlos en zonas urbanas por su alta inflamabilidad.
Si el ciprés fuera una especie ignífuga, ¿por qué tiene una estrategia de reproducción mediante piñas serótinas?. Hemos de aclarar que las piñas serótinas son aquellas que permanecen cerradas durante años en el árbol y sólo se abren cuando son sometidas a elevadas temperaturas, superiores a los 45-50ºC. Al producirse un incendio las piñas se abren y dispersan sus semillas, constituyendo de este modo el mejor banco aéreo de semillas que asegura la regeneración natural de la zona. Los cipreses están adaptados a ecosistemas donde el fuego juega un papel fundamental en la modelización del paisaje, de ahí su adaptación mediante la serotinia, estructura vertical que favorece el paso del fuego a la parte alta, e inflamabilidad por la cantidad de materia muerta que acumulan en su interior.
En resumen, es un error intentar comprender la diferente reacción de la vegetación a los incendios usando criterios de especie en lugar de una combinación de criterios de estructura de masa sumados a posición topográfica. Y, por supuesto, en la mayoría de los casos, cambios en la misma suponen modificaciones en el comportamiento del fuego (intensidad, velocidad de propagación, etc…). Estas modificaciones, cuando son favorables, pueden ayudar a su combate y control.
Los cipreses arden, y mucho. Los incendios forestales son una gran amenaza para el patrimonio natural (vegetación, fauna, suelo, etc.) y para el tejido socioeconómico (infraestructuras, economía, paisaje, etc.) del medio rural. Las consecuencias de un desastre forestal siempre son nefastas. No podemos jugar con ello.
Más información:
Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales y Graduados en Ingeniería Forestal y del Medio Natural
TFNO: 91 501 35 79 / 690 820 173