Un aserradero WOOD-MIZER corta troncos de roble de turbera

Tras pasar dos mil años sumergidos, los árboles fueron extraídos, aserrados y puestos a secar.

El pasado año, durante el dragado de las zonas pantanosas junto a la ribera del río Elba, al sur de la ciudad alemana de Hamburgo, apareció un misterioso hallazgo cubierto en de espeso lodo: se trataba de un tronco de roble de turbera. Incluso su propio nombre tiene resonancias mágicas. Inmediatamente, se creyó que podía haber otros valiosos troncos en esa zona. Pero en primer lugar era necesario verificar la calidad de ese oscuro tesoro.

Cuando el tronco fue enviado a una serrería cercana, el dueño, tras observar el pedazo de madera curvado, deformado y relativamente corto, afirmó que no podía hacer nada con él. Era imposible aserrar un tronco así, ni siquiera pasaba por la garganta del aserradero.

Entonces entró en escena Andreas Hünerfaut. Andreas es conocido en la comarca no solo como productor de madera —capaz de aserrar troncos con precisión y aprovechándolos al máximo incluso en los lugares más recónditos—, sino también por ser experto en la transformación de troncos difíciles, curvados y retorcidos.

Cuando Andreas encendió su aserradero portátil Wood-Mizer LT40, quedó clara su pericia cortando troncos exóticos y extremadamente viejos, como el tronco de roble de turbera rescatado del Elba. Así pues, el vetusto y amorfo tronco fue depositado sobre la bancada del aserradero y, tras varios cortes, apareció un núcleo sorprendentemente bien conservado.

Andreas se mostró muy satisfecho con la facilidad con la que la sierra había cortado esa madera de enorme dureza. “El aserradero Wood-Mizer hizo gala de sus muchas fortalezas, como la versatilidad y la funcionalidad”, afirma Hünerfaut. “Puede incluso transformar troncos pequeños en varias piezas de madera con facilidad”.

Andreas Hünerfaut compró su primer aserradero LT40 hace mucho tiempo. En esa época, lo recibió en barco directamente desde Estados Unidos. Entonces había que ser muy valiente para dedicarse a una profesión relativamente nueva: la de aserrador ambulante. Los propietarios de aserraderos Wood-Mizer compartían un claro deseo de ayudar a las personas, el cual aún perdura. Entre sus primeros clientes se encontraban ingeniosos profesores que querían ofrecer una clase original a sus alumnos así como propietarios de fincas que querían conocer más acerca de este nuevo sector y las posibilidades que ofrecía. Las recomendaciones «de boca en boca» hicieron el resto.

Andreas Hünerfaut, de nacionalidad suiza, había dejado su país para conocer mundo. Del norte de Alemania no solo le gustó su paisaje y su clima, sino también su gente. Por ello decidió establecerse allí y hoy se siente tan en casa que incluso ha perdido su acento suizo.

Pero volvamos a la historia del viejo roble. Cuando descubrió que el tronco se encontraba en excelente estado de conservación, Andreas Hünerfaut se ofreció para localizar otros robles en los pantanos de la zona. Era invierno, el termómetro marcaba 12 °C bajo cero y la sensación térmica en ese entorno húmedo era incluso más fría. Para llevar a cabo las labores de extracción se empleó un tractor especial. Al final, se recuperaron unos 40 troncos de roble de turbera totalmente deformados.

La dendrocronología es la ciencia que se ocupa de determinar la edad de los árboles. Utilizando los métodos propios de esta disciplina, el Instituto de Ciencia Forestal de Hamburgo estimó que los troncos de roble extraídos de las ciénagas tenían más de 2.000 años de antigüedad. El tronco de mayor diámetro presentaba un anillo de crecimiento que databa del año 221 AC.

Mientras, los troncos rescatados se cortaron y secaron por lotes según su contenido de humedad. La madera resultante se vende al peso en tablas de distintos tamaños, las cuales se emplean para fabricar desde mangos para cuchillos y artículos de oficina hasta muebles de cocina o salpicaderos para marcas de lujo de la industria automotriz.

Preguntado por su profesión, Andreas (quien, en realidad, es agricultor y ebanista), se considera más bien un ingeniero forestal. Su experiencia es particularmente demandada cuando es necesario podar las copas de los árboles. Se trata de una tarea peligrosa que llevan a cabo escaladores y que requiere de habilidades especiales. Normalmente, esta actividad forma parte de un programa de regeneración, tala y reciclaje de árboles. Y, por supuesto, el aserradero LT40 también resulta muy útil en este caso.

A pesar de su apretada agenda, Hünerfaut saca tiempo para dedicarse a la cría de ganado irlandés. En una zona tan vasta, no hay duda de que los animales están felices.

Tras la jornada de trabajo, Andreas Hünerfaut suele sentarse en un banco muy especial situado delante de su iglú de madera. Según los análisis del radiocarbono, la madera con la que Andreas fabricó su banco tiene alrededor de 8 mil años. Sin duda, esto otorga una cualidad única a un breve pero merecido descanso.

Autor: Kirsten Longmuss, www.woodmizer.es