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Comprender el Análisis del Ciclo de Vida

¿Recuerda los tiempos en los que el trabajo del arquitecto consistía en diseñar un edificio, estudiar las necesidades y aspiraciones del cliente, proponer espacios adecuados y seleccionar buenos materiales?

Naturalmente también tenía que asegurarse de que el edificio se mantuviera en pie, de que no aparecieran fugas y todo lo demás. Pero en términos generales se trataba de un proceso relativamente simple.

 

Esos tiempos hace ya mucho que han quedado atrás, en muchos casos por buenas razones. Aunque algunas cuestiones como la accesibilidad para minusválidos y la salud y la seguridad han tenido un impacto considerable sobre los edificios, la más importante de todas, y con toda razón, es la cuestión de la sostenibilidad. La sostenibilidad está presente en todos los aspectos, desde las normas y reglamentos que deben cumplirse hasta consideraciones de mayor calado sobre el aprovisionamiento de materiales, entre las que se incluyen los cálculos sobre la energía incorporada de los materiales utilizados en los edificios y la necesidad de garantías de que estos materiales se han obtenido de fuentes sostenibles. La importancia de la energía incorporada de los materiales utilizados es cada vez mayor debido a la reducción progresiva del consumo de energía de un edificio en uso. Por tanto, es importante analizar el impacto de un edificio «de la cuna a la tumba» («cradle to grave»), es decir, desde las primeras actividades realizadas con las materias primas y a lo largo de todo su recorrido hasta su demolición y su posible reutilización.

 

La dificultad radica obviamente en la gran cantidad de elementos que componen un edificio, así como en el número de variables. Jim Greaves, de Hopkins, así lo expresó en la reciente Convención Europea de AHEC: «Estoy hablando de sistemas para analizar el impacto de todos los elementos que, en conjunto, integran un edificio». Como arquitecto, Greaves no dispone del tiempo ni de las capacidades necesarias para analizar el impacto medioambiental de todos los componentes individuales y establecer un cálculo global para el conjunto de edificio.

 

La American Hardwood Export Council (AHEC) está invirtiendo en una Evaluación del Ciclo de Vida (ECV) muy detallada, realizada por PE International, una organización internacional independiente y con gran experiencia en este campo. Esta evaluación proporcionará información detallada tanto para madera aserrada como para chapa de madera y se está realizando de acuerdo con la norma ISO 14040, que es la norma internacional para evaluaciones del ciclo de vida. Una vez completada, será revisada y se convertirá en una fuente intachable de información y en un documento autorizado de referencia. Sin embargo, dado que los arquitectos ya están sobrecargados de información, podríamos preguntarnos si la inversión merece la pena.

 

La respuesta es definitivamente afirmativa. Los arquitectos que deseen utilizar la madera en sus edificios necesitan el respaldo que un documento como éste puede proporcionarles. Esta ECV de AHEC es la primera ECV que se ocupa de las maderas de frondosas. Otras industrias, como por ejemplo las del acero y el hormigón, ya han invertido en sus propias ECVs y las están utilizando como herramientas para la promoción de sus materiales. Es cierto que en muchos casos puede hacerse un uso partidista de estos argumentos, ya que puesto que la cantidad de información es tan ingente, a las partes interesadas poco escrupulosas no les resulta difícil extraer de manera forzada los argumentos que les son convenientes. A pesar de ello, la madera, sin una ECV propia, se encontraría indudablemente en una posición de inferioridad. El hecho de disponer no solo de una ECV, sino además de una de la máxima calidad, es definitivamente una ventaja.

 

Rupert Oliver, de Forest Industries Intelligence, que ha proporcionando gran parte de la información sobre la industria de la madera utilizada por PE International para establecer los parámetros de su ECV, explicó el pasado mes de octubre en la Convención Europea de AHEC que los resultados preliminares demuestran que el Potencial de Calentamiento Global (PCG) de una tonelada de madera aserrada de roble blanco estadounidense de 1 pulgada secada en secadero y entregada en la Unión Europea es de -1 (menos uno) tonelada. En palabras sencillas, señaló, esto significa que: «Debido al carbono almacenado en la madera, cada tonelada de madera aserrada de frondosas importada por la Unión Europea compensa una tonelada de emisiones de dióxido de carbono». Esto reviste una enorme importancia. Aunque se ha dicho en muchas ocasiones que la madera es respetuosa con el medio ambiente debido a que es el único material que almacena carbono en lugar de generarlo, ahora hay cifras que lo demuestran. Estas cifras tienen en cuenta todo el proceso al que se somete a la madera, la energía consumida en su secado y la energía utilizada para su transporte.

 

El transporte es un aspecto cuyas implicaciones no se comprenden debidamente en muchos casos. Si bien es cierto que el transporte de cualquier material consume energía, no todas las formas de transporte son iguales. Normalmente las maderas de frondosas estadounidenses crecen y son procesadas relativamente cerca de aguas navegables. Esto significa que, cuando se utilizan en Europa, la cantidad de carbono generada durante su viaje de unos 6.000 km por mar, apenas es mayor que la que generaría la madera europea al ser transportada 500 km por carretera. Y en cualquier caso, la penalización debida al transporte en ambos casos, se ve superada por la energía consumida en el secado en cámara.

 

Es posible naturalmente, que un arquitecto o un cliente desearan apoyar a un productor local, o utilizar una madera de la región por razones estéticas o de cualquier otro tipo. Lo cierto es que la ECV les permite adoptar esta decisión de manera informada y no basándose en una creencia que, aunque en principio parece inteligente, resulta errónea. Se tiene la percepción natural de que no es ventajoso desde un punto de vista medioambiental transportar la madera a largas distancias. Sin embargo, una de las ventajas de una ECV es que reemplaza estas percepciones con datos irrefutables.

 

La otra razón de la importancia de una ECV es la gran cantidad de documentación necesaria actualmente, y que además no hará sino aumentar en el futuro. Un ejemplo de ello serían las Declaraciones Ambientales de Productos (DAP), un método para mostrar lo «verde» que es un producto, el equivalente aproximado al fácil sistema de semáforo que se utiliza para proporcionar información nutricional de los alimentos. Estas directivas (DAPs) ya existen, constituyendo por ejemplo la base de la guía de BREEAM para materiales de construcción verdes, aunque de momento solo son voluntarias. Francia, sin embargo, tiene intención de hacerlas obligatorias para todos los bienes de consumo y es previsible que otros países hagan lo mismo. La información que puede extraerse de una ECV puede alimentar a estos sistemas.

 

Aunque desgraciadamente sigue siendo bastante complicado, lo importante es que la información estará allí si la necesita. Actualmente la práctica totalidad de los proyectos importantes cuentan con un consultor de sostenibilidad y la ECV les proporcionará información vital. También respaldará a los arquitectos que aman la madera y desean utilizarla siempre que sea posible y será un incentivo para quienes todavía se están planteando el uso de este material. Hay información vital disponible para apoyar a quienes desean utilizar la madera. E incluso si lo único que se quiere es expresar la convicción de que la «madera es ecológica» y añadir que el «transporte no es el aspecto más importante», gracias a la ECV la información estará allí para respaldar sus argumentos si fuera necesario.

 

Ruth Slavid (ruth.slavid@virgin.net)
Escritora, editora y consultora de arquitectura