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Jorge Palacios. El Discurso de la Madera

La vista y el tacto, la forma, el color, la textura, el espacio. Lo que contiene y lo que queda fuera. El trazo y el volumen de la expresión. El peso. El equilibrio. La escultura. La madera.

Jorge Palacios (Madrid, 1979) ya está lanzado y a mitad de carrera lo que quiere decir, simplificando mucho, que tiene hechos los deberes de joven artista: exposiciones colectivas e individuales en galerías locales antes de los 30 y exposiciones en instituciones y ferias internacionales antes de los 35. En el próximo futuro deberá presentar un solo en una galería internacional para aprobar el examen «oficial» no escrito con el que se valoran los currículos en este mundillo. Todo se andará. Tiene tiempo.

 

Por lo pronto Jorge está muy bien situado para que todo le llegue. Cuenta con una obra coherente y en progresión, una línea de trabajo cargada de argumentos, un reconocimiento cada vez mayor y una maestría profunda sobre el material que ha elegido para hablarnos de sus cosas y conectar con nuestros sentidos.

 

La vista y el tacto, la forma, el color, la textura, el espacio. Lo que contiene y lo que queda fuera. El trazo y el volumen de la expresión. El peso. El equilibrio. La escultura. La madera.

 

Elegir el árbol, controlar el diseño del corte y el secado, desechar la corteza y la albura, asegurar la alineación del núcleo y evitar las grietas de médula, contar con la hinchazón y la merma, calcular el porcentaje de humedad para eliminar la posibilidad de pudrición.

 

Madera de abedul, que se deja trabajar con facilidad, madera de alder o aliso, que al cortarla se vuelve de color rojo-anaranjado, madera de palo de hierro, dura y de color rojo oscuro, madera de seike y de teca y de iroko, que mejoran con el paso de los años y resisten las plagas de insectos, madera de caoba, que según la variedad presenta tonos rosáceos, madera de ébano, negro. Maravillas fabulosas.

 

Palacios tiene vocación de perdurar porque sabe que su obra contiene resonancias arrancadas a nuestra memoria más ancestral. Y lo cuenta con tal precisión que ya se ha ganado un nombre propio en la escultura contemporánea. Ahora, lo vamos a ver, solo puede ir a más. Y con toda la razón.

 

Diciembre de 2012. David García

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