La Torre del Homenaje de Huéscar (Granada) es un puesto de observación militar que, desmochado tras la conquista de la ciudad en 1434, ingresó en el ajuar de lo doméstico. El objetivo es, 600 años después, restaurar la visión de su horizonte. Encaramarse hasta alcanzar la vista hacia el paisaje. Restaurar es aquí, ante todo, poder mirar.
El emplazamiento no constituye aquí una elección fortuita, sino que viene determinado por unas condiciones topográficas favorables al establecimiento de una red de control visual del territorio. Pero la liquidación de la alcazaba de Huéscar y el recorte de su Torre del Homenaje dificultan la lectura de estos vínculos visuales, la relación entre su entorno construido y el natural, entre el monumento (como hito) y la extensión indefinida de su paisaje.
El proyecto valora el lugar en estas dos escalas. La próxima, afirmando el hito en la trama urbana, y la alejada, elevando una plataforma a modo de mirador que restituya los vínculos entre ciudad y territorio, entre espacio doméstico y paisaje.
Siempre se interviene desde lo contemporáneo. Por ese motivo, la puesta en valor de la Torre del Homenaje se entiende desde la evocación más que desde la restitución de una morfología que desconocemos, siempre con el respeto máximo a la fábrica como documento abierto a lecturas futuras. Esta evocación, esta recuperación del horizonte, pasa por poner de manifiesto el carácter defensivo de la Torre.
Para ello era necesario hacer visibles sus memorias específicas, aquellas que provienen del imaginario militar. Y por ello se evoca la naturaleza de las empalizadas medievales, mediante una construcción en madera que devuelve la presencia vigía, permite el ascenso mediante rampas y crea nuevas visiones y espacios, reconociendo que, anterior a la componente defensiva, el lugar ya tenía identidad como paisaje, expresaba su innegable condición geográfica y territorial.
Antonio Jiménez Torrecillas
Arquitecto