El sida, la gripe A, el ébola y, ahora, el coronavirus. Cada cierto tiempo, un nuevo brote de una terrible enfermedad pone en jaque a la humanidad. Sus orígenes son diversos pero hay un factor que claramente está aumentando el riesgo de transmisión de este tipo de enfermedades: la pérdida de bosques y biodiversidad.
Los bosques son el hogar de miles de especies animales diferentes, muchas de ellas portadoras de virus, bacterias y otros microorganismos a los que el ser humano no había estado expuesto. Pero la tala y la deforestación, en particular en los bosques tropicales como el Amazonas y el Congo, está permitiendo que los seres humanos entren en contacto con estas poblaciones de fauna silvestre. El resultado es un incremento de las llamadas enfermedades zoonóticas (que proceden de los animales).
El comercio internacional de animales salvajes también aumenta el riesgo de transmisión de estas enfermedades a humanos, y por eso es necesario prohibir los mercados donde se comercia con estas especies.
Greenpeace se solidariza con las familias de las personas fallecidas y con las afectadas por el COVID-19, y recuerda que es importante seguir poniendo de relieve estas realidades para prevenir y evitar pandemias en el futuro.
Una de esas medidas debería ser una legislación europea que frene la venta de productos causantes de la destrucción de los bosques y de los ecosistemas y que se colocan en el mercado europeo. No podemos seguir permitiendo que las empresas y sectores de la soja, el aceite de palma, la madera, el papel o la carne sigan vinculadas a la destrucción de los bosques. Tenemos que actuar antes de que sea tarde.