Tal vez sea demasiado sensible… tal vez… pero cuando escucho a algún carpintero decirme «el mercado hace el precio» se me rompe el corazón.
Sí, sí, lo juro.
Realmente el precio lo hace el mercado
¿Así que los precios de Ikea los decide el mercado?
Ford o Ferrari también dependen del mercado, ¿no?
¿Pero nos damos cuenta de que no tiene sentido?
La verdad es que… Quien puede hacer las cuentas decide el precio.
Quien en cambio no sabe hacer las cuentas, necesita una descarga de responsabilidad, una coartada para seguir sin saber hacerlas.
En lugar de aprender a hacer cuentas, es mucho más cómodo escudarse en creencias nocivas como «el precio lo hace el mercado».
El precio lo haría el mercado si hubiera precios conscientes en el mercado basados en cálculos analíticos de producción, pero cuando hay empresas en el mercado que ni siquiera saben lo que les cuesta producir, cada precio es fruto del azar y la improvisación.
Hacer negocios valorando sus productos de forma métrica y superficial sólo puede llevar al empobrecimiento, hasta el punto de no poder encontrar el margen para invertir en la empresa y mantenerse al día.
El mercado no marca el precio, el mercado acaba con los que no pueden marcar el precio.
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Es en este momento cuando el precio es el coste incrementado por el valor que se desea ganar (que por supuesto puede cambiar de un trabajo a otro).