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HOYPAGIL: Talento maderero para exportar

Hoypagil concluye dos torres para enfriar coque que viajarán a India e Indonesia. La empresa asturiana usó una máquina de control numérico para levantar las estructuras, de 40 metros.

No es la primera vez que exportan su talento maderero. Pero sí, quizá, la que ha que ha deparado la fabricación más importante. Hórreos y Paneras Gil (Hoypagil) acaba de hacer entrega de dos torres de apagado de coque que viajarán a factorías de India e Indonesia. Tienen 40 metros de altura, a través de los cuales se verterá el agua que apagará las brasas minerales. Hoypagil recibió el encargo a través de la ingeniera Imasa. «Antes habíamos fabricado torres para Argentina», anota Pedro Gil. Y ahora han pasado de América a Asia.

 

La adquisición de una máquina de control numérico -«un cacharro impresionante», afirma Gil- ha permitido reducir tiempos y costes. «Se diseñan los componentes y se introducen, pieza por pieza, en la máquina a través de un programa informático. Echas más tiempo en labores de ingeniería, pero ahorras en personal», añade.

 

Nacida en 1929, la empresa Hórreos y Paneras Gil (Hoypagil) ha pasado ya por las manos de tres generaciones de la familia Gil. Todas la han ido perfilando a su gusto, adaptándola a los tiempos, siempre, precisan, «tratando de respetar al máximo la calidad de los productos y la seriedad en el trabajo». De todas formas, su oferta a la hora de satisfacer las necesidades de un potencial cliente va más allá de estas dos construcciones de marcado carácter industrial.

 

«En nuestra planta de Fontaciera construimos casas, cubiertas, porches, cenadores, garajes, escaleras, barandillas y casetas de jardín, entre otras cosas. Pero siempre de madera», explica Pedro Gil, actual gerente y nieto del fundador de la empresa, Teodoro, e hijo del anterior propietario, Valentín. «Basta con que nos traigan un proyecto para que nos pongamos manos a la obra», apunta.

 

Contra viento y marea

 

En el caso de las torres para el apagado de coque, la obra se ejecutó en unos dos meses, «unos tres o cuatro si estamos hablando de una casa de tamaño medio, seis si es un poco más grande». La reducción de tiempos tiene que ver con la sequedad de la madera, «que no precisa de humedades», además de la máquina de control numérico mencionada.

 

Gil afirma estar resistiendo la crisis como puede. «Nos está tocando las narices, como a todo el mundo», lamenta, sabedor de que de su empresa dependen once personas, «entre las que están mi mujer y mis dos hijos». La firma, precisa, está «a medio ritmo», pero se muestra optimista. «Parece que la gente se empieza a animar un poco», explica. Una ‘animación’ que se traduce, conforme se deja atrás el invierno, en una proliferación de los encargos.

 

Fuente: El Comercio