A comienzos de los años 90 nace el taller de guitarras Gerónimo Mateos, con una profunda pasión por la guitarra y con la ilusión de fabricar instrumentos de alta calidad y accesibles a todo el mundo. Más de 30 años después la marca Geronimo Mateos es sinónimo de excelencia, mantiene el taller artesanal y familiar y se enorgullece de estar presente en los cinco continentes.
“Soy totalmente autodidacta. Trabajaba dentro del sector del automóvil en empresas multinacionales, pero mi pasión desde niño era la música y los instrumentos musicales, en especial la guitarra. Cuando decidí empezar en esto, tuve que aprender absolutamente todo. Eso sí, yo tenía unos pequeños conocimientos de carpintería y ebanistería”, explica Gerónimo Mateos, quien asegura que, poco a poco fue aprendiendo echándole muchísimas horas. “Durante 10 años estuve trabajando en el taller 17 horas diarias para aprender. En aquella época no había absolutamente nada, ni YouTube, ni redes sociales, solo dos libros que no decían absolutamente nada. Tuve la suerte de que, desde prácticamente un principio, tuve una cosa que es complicada de tener, que es un sonido muy bueno”.
De este modo, y gracias a tener buen sonido, a Gerónimo no le fue muy difícil vender las primeras unidades. Eso sí, buscó la forma de vender la guitarras fuera, ya que en España era muy difícil.
Han pasado 30 años y Gerónimo reconoce como en su caso, “no solo no han cambiado las técnicas, sino que hemos vuelto a técnicas más antiguas todavía, ya que en el acabado de las guitarras, que durante hace tiempo hicimos un acabado industrial, hemos vuelto a un acabado que se hace a mano y con productos lo más ecológicos posible”.
Hoy por hoy, en este taller, no se utiliza ningún tipo de barniz industrial, utilizan terminaciones o barnices lo más naturales posible y que no contengan ningún disolvente. “De alguna forma, nos hemos puesto más ecologistas de lo que hemos sido y de lo que, en general, es este oficio. Creo que esto, hoy por hoy, nuestro cliente lo aprecia mucho”, apunta.
La labor de Gerónimo no tardo en tener continuidad en manos de su hijo, Federico, quien nunca olvidó el taller pese a tener formación universitaria y desempeñar varios trabajos. “He tenido la suerte de poder venir al taller desde niño, ir viendo como se hacían las guitarras y coger el interés por esta labor, Tuve mi formación universitaria, he tenido otros trabajos, pero nunca me olvidé del taller. En un momento de mi vida decidí que lo que quería era seguir los pasos de mi padre. Creo que es un trabajo muy bonito, artesanal y muy diferente a cualquier otro trabajo de los que tuve”, afirma.
Federico destaca como, ahora, los clientes que tienen son de todo el mundo y les contactan de forma directa. “Eso antiguamente era impensable, los fabricantes tenían que hacer muchas más ferias para poder vender en determinados mercados”.
70 ú 80 GUITARRAS AL AÑO
En el taller de guitarras Gerónimo Mateos vienen haciendo al año unas 70 o 80 guitarras. “Son bastantes, ya que no tenemos trabajadores y todo el proceso que llevamos a cabo es manual”, apunta Federico.
En cuanto al tiempo medio que les lleva hacer una guitarra, comentan que ahí hablan de dos tiempos. “Una cosa es el tiempo que el cliente ha de esperar desde que nos hace un pedido hasta que recibe su guitarra o viene a recogerla. Ahí estamos hablando de unas 10 o 12 semanas. Luego está el tiempo efectivo de trabajo, que dependiendo de la guitarra, hablamos de unas 100 horas de trabajo. Lógicamente, hay muchos tiempos que son de espera, ya que tenemos que respetar los tiempos del barnizado, las colas…”, matiza.
Los interesados por estas guitarras artesanales pueden ver el catálogo de las guitarras en la página web. “Ahí es donde están todos los tipos y modelos de guitarra que hacemos. Hoy en día, la tendencia de los clientes que vienen directamente a comprar al fabricante es porque vienen de rebote de otras marcas, han comprado algo estándar y quieren algo más personalizado, no solo en cuanto a madera sino también a medidas. Eso solo lo pueden tener en un luthier”, reconoce Federico.
En cuanto al oficio de luthier, tanto Gerónimo como Federico están de acuerdo y no le auguran un buen futuro. “Está desapareciendo”, asegura Gerónimo. “Me considero una nueva generación. Tengo 38 años, llevo 14 años en el taller y en este mundo veo poca gente de mi edad. Como no hay escuela de formación y cada vez hay menos talleres es difícil aprender este oficio”, añade y concluye Federico.