La nueva bodega de Foster + Partners para el productor francés Le Dôme es una mezcla perfectamente equilibrada de arquitectura y paisaje. FOTOS: Nigel Young / Foster + Partners
La bodega Le Dôme está situada en Saint-Émilion, un pueblo medieval cerca de Burdeos, en el suroeste de Francia. Un mosaico de casitas de piedra, calles empedradas, iglesias románicas y bodegas de fama mundial. Este lugar, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, sólo cuenta con unos pocos miles de habitantes, pero es un destino de primer orden para los enófilos más exigentes.
El propietario de Le Dôme, Jonathan Maltus, inglés nacido en Nigeria, se trasladó a Saint-Émilion en la década de 1990. Fue una época radical en la que un grupo de enólogos rompió las reglas sobre cómo elaborar vinos tintos bordeleses tradicionales. Evitando los largos procesos de envejecimiento y los sabores tánicos, los elaboradores crearon tiradas limitadas de tintos con cuerpo y más afrutados en zonas de producción a pequeña escala, o «del tamaño de un garaje». El vino Le Dôme de Maltus nació en 1996 y, tras recibir elogios de la crítica, alcanzó el estatus de culto entre los entendidos; incluso hoy en día es difícil adquirir botellas de este vino.
Ahora, más gente podrá adentrarse en el reino de Le Dôme con la finalización de su vanguardista bodega, obra de Foster + Partners. Se trata de la tercera instalación vinícola en la que trabaja el estudio global en Francia (la primera fue Bodega Faustino, y la segunda Château Margaux, se terminó en 2015), pero está diseñada para rendir homenaje específicamente al encantador lugar.
Cuando Jonathan Maltus se puso en contacto con nosotros por primera vez, expresó su deseo de crear una nueva bodega distintiva con el telón de fondo único de Saint-Émilion. «Quería que el edificio fuera una celebración de la belleza del lugar, centrándose en las vistas del viñedo y haciendo del paisaje el principal protagonista del diseño», explica Norman Foster.
«También tuvimos que mantener conversaciones muy fructíferas con las autoridades locales responsables del patrimonio, que comentaron que el edificio debía contribuir positivamente a la zona integrándose en el paisaje». Situada al final de una avenida arbolada, la bodega tiene un tejado inclinado que imita las suaves ondulaciones del terreno. Debajo hay un volumen en forma de anillo con un amplio panel acristalado que rodea su circunferencia y permite a los visitantes y al personal disfrutar de vistas de 360 grados de los viñedos circundantes. Este volumen también se ha incrustado parcialmente en el suelo para minimizar el impacto visual del edificio en el paisaje y mejorar su rendimiento de masa térmica.
El acceso a la bodega se realiza a través de una rampa curva situada en el exterior del edificio, que acentúa aún más su conexión con el exterior. En el interior, una segunda rampa recorre las dos plantas de la bodega. La planta baja está dedicada a la producción y almacenamiento del vino, mientras que la primera planta es lo que Foster + Partners describe como el «corazón social» del edificio, con zonas de entretenimiento, un bar de vinos y mesas de degustación. En el centro de la planta hay un atrio circular cavernoso, que permite a los que se encuentran en el nivel superior de la bodega mirar hacia abajo y echar un vistazo al trabajo de los vinicultores. Todo el espacio está bañado por la luz natural procedente de un óculo de 6 m de ancho situado en el tejado.
Con su abundante maquinaria de acero inoxidable, las instalaciones vinícolas pueden parecer a veces espacios fríos e industriales, pero Le Dôme está impregnada de calidez y tacto. La base del edificio, por ejemplo, es de hormigón mezclado con áridos de piedra local. A continuación, se ha revestido con paneles de roble local, en un sutil guiño a las barricas utilizadas a veces para fermentar las variedades de vino. El mismo árido se ha utilizado en el interior de la bodega para crear un suelo de terrazo en la planta superior; el mobiliario también es de roble y está tapizado en cuero de tonos tierra.
«El edificio utiliza materiales locales para reducir las emisiones de carbono relacionadas con el transporte, al tiempo que encarna el espíritu del lugar -añade Foster-. La cálida paleta de materiales y la fluidez de los espacios interiores difuminan los límites entre las zonas de trabajo y las de degustación, creando un espacio acogedor». El roble también se ha utilizado en la parte inferior del tejado de la bodega, revestido de terracota. Con una anchura de 40 m, tiene una estructura retorcida y recíproca formada por vigas que se sostienen mutuamente. Al no necesitar columnas para sostenerla, la planta puede permanecer abierta, lo que permite al personal trabajar de forma más colaborativa, como hacían los Garagistes.
En el ámbito de la viticultura, el término «terroir» hace referencia al modo en que determinados elementos de un entorno, como el tipo de suelo, el clima o la topografía, pueden afectar al carácter y el sabor de las uvas de vino cultivadas en él. En el caso de esta bodega, el entorno ha influido tanto en el diseño del edificio como en los productos. La arquitectura resultante es, por tanto, como las botellas de Le Dôme: una rareza.
En este formidable proyecto se ha empleado viga laminada de roble (VIGAM) fabricada por Grupo GAMIZ. La firma alavesa es el primer fabricante en obtener la admisión para el uso estructural de la viga laminada de roble, por parte del DIBt (Deutches Institut für Bautechnik), desde el año 2012. Un año después, se erigió como primer fabricante en obtener el marcado CE para el uso estructural de la viga laminada de roble.