La madera y la eficiencia energética

Es un material innovador y renovable, con una elaboración sencilla, que cumple el reglamento de las 3R (Reducir, Reutilizar y Reciclar).

La eficiencia energética es un trampolín perfecto para llevar a cabo el duelo frente al cambio climático y aminorar su huella ambiental. En lo que al sector de las edificaciones se asocia, como una buena construcción, es la consecuencia del 40% del consumo de energía y del 30% de propagación de CO2, autores primordiales de este hecho que se ha transformado en un objetivo y propósito absoluto de la humanidad.

En la construcción de viviendas, las posibilidades de llevar a cabo un bajo consumo energético son cuantiosas. La piel del inmueble es el ingrediente que nos resguarda de los agentes externos, conformando un interior a una temperatura cómoda y agradable, aislado del viento y del ruido y trabajando para que el consumo energético sea muy escaso.

MADERA, UN MATERIAL AISLANTE

En la construcción de viviendas, las posibilidades de llevar a cabo un bajo consumo energético son cuantiosas.

En esta situación, la madera restaura protagonismo a proporción global como material de construcción de edificios de diversas categorías. Es un material innovador y renovable, con una simple y clara elaboración que cumple el reglamento de las 3R (Reducir, Reutilizar y Reciclar), por lo que se aprecia como material estructural sostenible. La madera es comparativamente aislante (sobre todo si se contrasta con el ladrillo, el acero o el hormigón), y esta habilidad de aislamiento incrementa en suplemento con otros materiales empleados en la construcción con gran competencia aislante como espumas de poliuretano expandido (EPS), lanas de vidrio o roca, o el corcho.

Entre las muchas cualidades de este material natural que se ha utilizado para la edificación desde la antigüedad, se consigue su destreza y habilidad para economizar en energía.

La madera demanda mucha menos energía en el procedimiento de remodelación – de materia prima a material de construcción – Por ejemplo, la energía que se necesita para fabricar una viga de madera laminada es una sexta parte de la que se precisa para elaborar una de acero de rigidez equiparable.

Una vez edificado la construcción, la madera asiste al ahorro de energía por sus propiedades como aislante térmico. Sus rasgos higroscópicas (la destreza de ajustar la humedad relativa y la temperatura del hábitat) forma entornos templados, tanto en los meses cálidos como los fríos. Se contempla que un muro de madera aísla 16 veces más que una pared de hormigón.

Estas propiedades hacen que la madera sea un material fundamentalmente apropiado para la edificación de viviendas pasivas, que sigan las pautas del modelo Passivhaus, el más riguroso y estricto en el ámbito de la eficiencia energética. Para la construcción de esta clase de residencias, cuyo consumo de energía está alrededor de 75 y un 90% menor, es obligatorio, entre otras cosas, proporcionar un alto nivel de aislamiento en las paredes externas y techo, debido a lo cual la madera es un material perfecto.