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Contra el cambio climático, actividad forestal

Los problemas a los que nos enfrentamos son nuestros, y no de los bosques.

Las inusuales temperaturas con las que ha empezado el otoño han convencido a mucha más gente de la realidad del cambio climático que años de denodados esfuerzos de contrastadas informaciones científicas.

La afirmación “sí, es verdad, el cambio climático existe porque hace mucho más calor” es de un reduccionismo argumental apabullante, pero si ha valido para que más personas entiendan que tenemos un problema, pues bienvenida sea. No obstante, da que pensar…

ForesCyL es la plataforma que concentra organizaciones que trabajan en un sector -el forestal- implicado hasta el tuétano en las consecuencias que tiene el calentamiento del planeta. Muchos de los problemas que se están generando nos afectan en primera instancia y muchas de las soluciones que se podrían potenciar están también en nuestra mano.

La realidad es que somos un sector clave. En el debate científico sobre cambio climático, no hay voz que no contemple el papel fundamental de la gestión sostenible de los bosques. Sin embargo, tras un sistemático proceso de ideologización, cuando el debate desemboca en otros ámbitos, se diluye la importancia del sector forestal (su papel protagonista) y se opaca su acción sobre un territorio en el que, que se sepa hasta hoy, siempre se han encontrado los bosques.

Hablar solo de la adaptación de los bosques al cambio climático o de su papel en la mitigación del calentamiento global puede resultar muy convincente. Sin embargo, es necesario extender el debate e ir más allá de la visión pasiva, que se confunde al pensar que (en un planeta antropizado) los bosques, por sí mismos, tienen la capacidad de enfrentar todos nuestros problemas.

Aunque parece obvio, para potenciar el papel de los bosques como sumideros naturales de carbono, y para disponer de materias primas alternativas renovables que sustituyan a otras de origen fósil, es necesario desplegar una actividad decidida (estratégica y orientada). Y prescindir de la baza de un sector proactivo que opera sobre el territorio, significa aceptar fantasías de “ideologías urbanitas”, poco sustanciadas en la ciencia forestal, que consideran que la naturaleza, por sí misma y sin más profundidades, es la solución. Y es que no es lo mismo actividad que activismo.

¿Pueda ser que las inusuales temperaturas de este otoño, y el efecto pedagógico que tiene vivir en carne propia que el verano decline a las puertas del turrón, nos den la clave de cómo enfocar la comunicación forestal en el futuro?

Pues hagamos #ACTIVIDADFORESTAL para explicar que los problemas a los que nos enfrentamos son nuestros y no de los bosques, con esta serie de mensajes sencillos -que no simples-, a esa parte de la población mayoritariamente urbana, que concibe los bosques como santuarios que hay que preservar de la actuación humana, sin entender en absoluto las dinámicas que permiten su existencia y crecimiento, su interacción con la población local y los riesgos que les afectan.

LOS BOSQUES SON MUCHO MÁS QUE UNA “INFRAESTRUCTURA”

Son ecosistemas multifuncionales, pilares básicos de sostenimiento de la biodiversidad. Por eso hoy resulta inexacto e injusto considerarlos solo como un instrumento para mitigar el cambio climático.

En el último siglo se ha considerado a los bosques como infraestructuras básicas para regular el régimen hídrico y ayudar a evitar la colmatación (acumulación de sedimentos en los fondos) de los embalses; como espacios necesarios para absorber una mano de obra rural depauperada, evitar el estallido social y proveer bienes en situaciones de autarquía; como alternativa para la retirada de tierras agrícolas; como sumideros de carbono… En resumen, como gran recurso que genera soluciones a problemas externos a ellos.

Los bosques son mucho más importantes que todo eso. Es urgente aprender cómo aprovechar su multifuncionalidad, y entender que esto pasa inexorablemente por el equilibrio entre diversos enfoques e intereses, lo que hace imprescindible la GESTIÓN FORESTAL SOSTENIBLE y para llevarla a cabo hay que empoderar al sector forestal.

El cambio climático no se detendrá si no eliminamos la utilización de combustibles y otros productos de origen fósil.

UN ÁRBOL TIENE RAICES, NO PIERNAS

Cien años parecen muchos, y en efecto lo son, pero es el tiempo que necesitan las especies predominantes en los bosques castellano y leoneses (pino, roble o encina) para desarrollarse. Si a lo largo de ese tiempo la temperatura aumenta 2 grados y el régimen de lluvias se reduce considerablemente no hace falta pasar por la facultad de montes para imaginar que los árboles más débiles morirán, el resto sufrirá un importante estrés hídrico, las enfermedades y las plagas aumentarán y los incendios pasarán a ser mucho más virulentos. Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático.

En Castilla y León tenemos ejemplos de procesos provocados por el hombre. El aumento del regadío en el acuífero de Los Arenales (entre Ávila, Segovia y Valladolid) ha bajado de forma muy importante el nivel de la capa freática. La humedad del suelo se ha reducido y ha provocado un elevado estrés en las masas forestales de la conocida “Tierra de Pinares”. Una intensa gestión forestal con retirada de árboles muertos o moribundos cada vez más numerosos está evitando la explosión de enfermedades y plagas.

La adaptación de nuestras especies al cambio climático requiere de acción humana encaminada a prevenir y controlar ese proceso. Castilla y León es la región con más superficie de bosque de la Unión Europea y nos ofrece esa oportunidad.

Hay que disminuir la densidad de las masas forestales para que el estado vegetativo de las plantas sea adecuado, y ser riguroso en la vigilancia y control de enfermedades y plagas. A largo plazo, hay que facilitar la transición de especies hacia otras más xerófilas.

LA GESTIÓN ES LA ALTERNATIVA AL ABANDONO

Castilla y León cuenta con más de un millón y medio de hectáreas de superficie forestal desarbolada susceptible de ser transformada en bosque (el IFN4 recientemente publicado cataloga 1.857.515 hectáreas como superficie forestal desarbolada, aproximadamente el 20% de la superficie regional)  pero ni de cualquier manera ni a cualquier precio.

Desde los colectivos de bomberos y de profesionales forestales existe cierta controversia sobre la idoneidad de crear grandes superficies arboladas continuas por el incremento del riesgo de grandes incendios, pero resulta evidente que las grandes zonas forestales de Castilla y León con grandes superficies continuas (la tierra de pinares de Burgos y Soria como ejemplo más paradigmático), son también las que menos sufren del problema de los incendios. La discontinuidad, si consiste en terrenos abandonados (con matorrales seriales o pastos sin pastar) no reducen el riesgo sino que lo aumentan.

¿Entonces plantamos árboles o no? Las campañas de forestación de tierras agrarias han demostrado su papel en la reducción del número de incendios aumentando la implicación de la población local. Mantener políticas de reforestación a largo plazo está siendo una vía eficaz para el desarrollo de una cultura forestal en Castilla y León, pero es esencial tratar y gestionar cada superficie forestal como algo único ya que generalizar en este tema es erróneo, injusto y en ocasiones devastador para la zona.

El incremento de la masa forestal arbolada en Castilla y León los últimos 30 años ha sido muy importante. Aproximadamente 1.150.000 hectáreas, un incremento del 55% en este periodo. Esto significa que las masas forestales son en general muy jóvenes. A pesar de esta incorporación de masas jóvenes las existencias de biomasa en Castilla y León en toneladas por hectárea se han incrementado un 64%. Los dos efectos, incremento de biomasa por hectárea e incremento de hectáreas, han multiplicado la biomasa retenida en la parte aérea de los bosques de Castilla y León por dos veces y media. Aproximadamente 6,4 millones de toneladas de carbono retenido al año, lo que podría compensar el 30% de todas las emisiones de la comunidad autónoma.

Siendo estos números significativos, el incremento de carbono en los bosques tiene un límite evidente ya que la superficie es limitada, y el volumen de biomasa adecuado en un bosque también.

No podemos permitirnos creer que como los bosques absorben CO2 eso significa que tenemos barra libre de CO2 porque, ni este es infinito ni mucho menos suficiente.

SIN SECTOR FORESTAL NO HAY BIOECONOMÍA

En una actitud responsable ante el cambio climático la sociedad debe evolucionar hacia la satisfacción de sus necesidades mediante la bioeconomía circular. Los tres principios básicos; reducir, reutilizar y reciclar se deben completar con la incorporación al ciclo de materiales de origen renovable, como la madera, en sustitución de materiales de origen fósil.

Castilla y León está incrementando gradualmente su aprovechamiento de madera en paralelo a las existencias, manteniendo una tasa de extracción (volumen de madera extraído respecto al crecimiento) del 30% muy baja si la comparamos con la cifra media europea que ronda el 60% o la de los países nórdicos que alcanza el 90%.

El incremento de la madurez de los bosques obliga a ir incrementando esta tasa lo que abre oportunidades a un mayor desarrollo de la industria del sector, que se encuentra con un incremento de oferta y de demanda de productos de madera.

La madera está destinada a recuperar el papel como material estructural que tuvo en el pasado y a desarrollar nuevos usos mediante su procesado químico.

Recuperar el uso estructural del pasado no es volver al pasado. En los últimos años se están desarrollando nuevos materiales; estructuras de madera laminada, paneles contralaminados, tableros contrachapados, MDF, etc., y soluciones constructivas rápidas, industrializables, de alta calidad, rápida puesta en obra, con elevadas propiedades de aislamiento térmico y acústico y alta valoración de confort por el cliente final.

Simultáneamente se están incrementando otras utilidades de la celulosa en sustitución de materiales plásticos, el consumo de materiales textiles de celulosa como la viscosa, destinados a sustituir tejidos sintéticos, el uso de biocombustibles, etc.